lunes, 9 de febrero de 2015

Domingo en el estadio de sumo

Una de las cosas que se tienen que vivir en Japón es sin duda ver un combate de sumo en directo.

Lo cierto es que mi conocimiento sobre este ¿deporte? no es ni por asomo suficiente, pero nunca está de más ver a dos hombres como dos castillos de calorías dándose bofetones.

Y como extranjeros, la experiencia más cercana que hemos tenido los de mi quinta es jugar con Honda en el Street Fighter. Ayer me di cuenta de que los movimientos de Honda no son tan descabellados, después de todo.

El señor Honda enseñándole lo limpias que tiene las uñas al bueno de Sagat, que no opina igual.

El estadio era enorme. Los niños gritaban el nombre de sus luchadores favoritos. El sumo está bien, pero tiene un defecto: el tiempo de preparación es diez veces lo que dura un combate. Vienen los contrincantes, hacen como que van a empezar pero no empiezan, y se van. Vuelven, tiran sal en la arena, hacen como que empiezan, y así... elevado a infinito. Entonces, uno de ellos se tira contra el otro y el combate dura una media de 10 segundos. 

En ocasiones, cuando la diferencia de gordura tamaño es visible, el grande no tiene más que levantar al pequeño para depositarlo fuera del ring. Aunque hay pequeños que sorprenden. También usan la técnica de Honda, "los mil bofetones a la velocidad del rayo", que resuena por todo el estadio con el típico sonido que ya conoces: el de tu vecino y su ligue del sábado a la 1 de la mañana.

Sin duda, una experiencia que merece la pena (refiriéndome al sumo, no a tu vecino).



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